Durante los años que viví en Buenos Aires, tuve el privilegio de ser alumna del conocido profesor Capt. Juan Manuel Romero Blanch. Mucho de lo que él me enseñó se me ha quedado grabado en la mente, pero especialmente recuerdo una de sus frases preferidas : “no es donde se aprieta sino COMO se aprieta”.
Estas palabras sencillas, quizás difíciles de entender para un jinete con poca experiencia, descubren un enfoque hacia la equitación mencionado esporádicamente en los manuales tradicionales, el de SENTIR el caballo : sentir los movimientos, su estado de ánimo, incluso el presentir sus intenciones y reacciones, evaluar en cada momento su capacidad de rendimiento físico y psíquico, y, teniendo en cuenta todos estos factores y algunos mas, decidir consecuentemente sobre la técnica y la INTENSIDAD de las ayudas a aplicar.
Existe una gran diferencia entre VER y SENTIR. Un jinete no puede ver los movimientos de su caballo. Para este fin necesita la ayuda imprescindible de una persona experta a pié observándole. Montar mirando de frente cuesta, pero resulta necesario. Al margen de que una cabeza agachada disminuye la influencia de la columna vertebral y por lo tanto del asiento sobre el caballo, mirar hacia abajo nos hace perder la noción del espacio, causa equivocaciones en los trazados y representa un auténtico peligro en una pista compartida con más caballos. Al mirar a nuestro caballo fijamente (quizás para evaluar su puesta en mano), nuestros reflejos están condicionados por las impresiones visuales recibidas. Nuestras ayudas y su intensidad dependerán de la valoración de imágenes, desplazando a un segundo plano las impresiones sensoriales recibidas a través del tacto.
Todo movimiento de un caballo se inicia en su posterior y de allí que el jinete debe considerar continuamente si los pies del caballo están remitidos bajo su masa manteniéndolos impulsados, transmitiendo energía al caballo a través de las ayudas aplicadas.
Sin embargo, al mirar fijamente el anterior del caballo, desconectamos nuestra mente de la acción del posterior, lo cual se reflejará en la aplicación de las ayudas.
Qué se puede sentir entonces, dirán algunos lectores. Todos sabemos que cada aire, es decir el paso, el trote y el galope, al tener una distinta secuencia de las pisadas, nos causa una sensación diferente a través de los movimientos del caballo. También sabemos que dentro del mismo aire hay varias amplitudes del tranco y por tanto, notaremos las sensaciones correspondientes. Incluso, cuando acortamos el paso excesivamente, podemos diferenciar claramente la pisada de cada extremidad : si el caballo trota con la cabeza alzada, estaremos incómodos en la montura ; cuando él cede en la nuca y la mandíbula , redondeando su dorso, nos podremos sentar con mayor facilidad, etc.
Para poder evaluar la actitud del caballo y la calidad de su trabajo, el jinete primeramente tiene que “abrir su mente”, estar dispuesto a sentir, además de ser capaz de concentrarse al máximo. Tener experiencia en doma clásica es una gran ventaja a la hora de valorar las sensaciones recibidas. El jinete experto está buscando que el caballo le transmita, mediante sus movimientos, cierta sensación. Las ayudas aplicadas y su intensidad serán elegidas con el fin de obtener un resultado preciso, una sensación exacta, creada por el propio jinete. Cada tranco que da un caballo en doma clásica es una creación consciente del jinete por lo que jamás uno deberá limitarse a meramente sentarse en un animal que se mueve . La mente del jinete estará continuamente registrando las sensaciones recibidas. La valoración de la corrección de las mismas depende de su experiencia o de la deducción que hace de las instrucciones y comentarios que le llegan por parte de su entrenador.
Una vez apreciados los movimientos del caballo, debemos inmediatamente sacar conclusiones sobre su calidad y aplicar las ayudas técnicamente adecuadas para corregir, prevenir o continuar. La intensidad de las ayudas depende también de las sensaciones recibidas durante su propia aplicación, por lo que la corrección de los movimientos es un proceso continuo. No consideramos únicamente el efecto final, sino la influencia gradual de las ayudas, considerando como tal, cualquier señal aplicada por nuestro cuerpo, a través de las distintas ayudas posibles, espuelas, fusta o voz, para expresar nuestros deseos al caballo e inducirle a ejecutarlos.
Para la realización de ciertos ejercicios, necesitaremos preparar al caballo. Este, deberá adoptar la actitud precisa, que nos permita realizar el movimiento deseado.
Quizás, a raíz de este articulo, habremos conseguido que algunos de nuestros lectores, la próxima vez que monten su caballo, lo hagan con un nuevo enfoque, aplicando y experimentando el mundo de las sensaciones. De este modo, se acercarán más, sin ninguna duda, al Arte de la Equitación, montando, tal y como yo se lo exijo a mis alumnos : “ con Arte y Sentimiento”.
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