La sensibilidad del caballo es un factor que nunca deja de asombrarme. Como puede ser posible que nuestro más mínimo movimiento cause efecto sobre un cuerpo tan grande como es el de nuestro caballo. Sin embargo, si no fuese así, nunca los podríamos dirigir a nuestro gusto, ya que la equitación se transformaría en una lucha entre el animal y el jinete, y no es difícil adivinar quien ganaría en este enfrentamiento.
Un buen jinete es aquel que montado, sabe utilizar las distintas partes de su cuerpo aplicando sutiles presiones musculares en la exacta medida y en el momento oportuno, sabiendo de antemano cual será el efecto de estas intervenciones (ayudas).
A continuación, estudiaremos el efecto que causan las diferentes partes del cuerpo del jinete sobre el caballo, conocimiento que debe dominar un jinete con el fin de poder determinar la técnica de equitación a aplicar.
A menudo hago definir a mis alumnos cual es la parte más importante del cuerpo del jinete: la respuesta correcta es…el cerebro. Sin que intervenga nuestra mente no somos capaces de analizar el comportamiento del caballo, ni de deducir las ayudas a aplicar y tampoco podríamos mandar las señales necesarias a nuestros músculos para que estos actúen. Otra función a destacar de nuestro cerebro es la de generar energía. Nuestro estado anímico influye sobre el caballo a través de la telepatía y mediante la adrenalina que segregamos. De igual manera que los animales nos pueden transmitir sus pensamientos por medio de su expresión corporal o fuerza mental, nosotros podemos hacer entender nuestras intenciones al caballo por el tacto o la telepatía. Para lograr esta compenetración, será necesario haber tratado durante mucho tiempo a los animales o bien tener una disposición natural para comunicarse con ellos. Así distinguimos entre jinetes naturales( de estos privilegiados existen bien pocos) quienes por intuición saben qué ayudas aplicar y cómo utilizar su cuerpo para conseguir el efecto deseado en el caballo, y aquellos jinetes que se han ido haciendo profesionales con el tiempo a fuerza de duro trabajo.
La mente es la encargada de crear la fuerza de voluntad suficiente para que la aplicación de cada ayuda tenga un resultado correcto.
No hay efecto posible sin causa. La impulsión, este deseo de desplazarse hacia delante , que es la base de cualquier movimiento o ejercicio, la creamos nosotros transmitiéndola a continuación al caballo mediante el uso de nuestro cuerpo. Generar impulsión no es tanto un esfuerzo físico sino un estado anímico.
Nuestro oído y nuestra vista no influyen sobre el caballo más que en la medida en que nosotros captamos señales del entorno tal y como las percibe el caballo. Detectamos factores que pueden asustar al caballo o alterar su comportamiento; esta información influirá sobre las ayudas a utilizar. Nuestra vista determina en qué dirección orientar al caballo; al oír su pisada, sacamos conclusiones sobre sus movimientos; nuestra voz nos puede servir de ayuda complementaria.
Tratar a los caballos durante largos años nos enseña a pensar como ellos, es decir a entender e interpretar el funcionamiento de su mente y por lo tanto saber preveer sus reacciones ante cierta situación. Esta capacidad nos ayudará a elegir la técnica de trabajo a utilizar.
A través del tacto, la vista y el oído percibimos señales que el caballo nos envía referente a su estado anímico y así podremos deducir si el animal está en tensión o relajado.
La postura de nuestra cabeza es importante ya que influye sobre nuestro punto de gravedad. Sabemos que el caballo siempre intentará colocar su punto de gravedad bajo el nuestro para poder repartir equilibradamente su masa sobre sus extremidades. El jinete experto utilizará a menudo este factor para influenciar en el cuerpo del caballo sin tener que intervenir con otro tipo de ayudas.
La columna vertebral del jinete representa un arma importantísima, teniendo sus diferentes regiones un efecto distinto sobre el movimiento del caballo . Es importante que el jinete intente erguir su columna al máximo, ya que así conseguirá mayor flexibilidad, la cual le permitirá seguir mejor los aires del caballo. La rectitud de la columna depende de la fuerza muscular del jinete quien con el fin de fortalecerla deberá intentar mantener una postura erguida durante a lo largo del día en todo tipo de actividades. Es aconsejable que el jinete estire su cuerpo, tanto de cintura para arriba como de cintura para abajo, para adquirir un mayor dominio y mejor acoplamiento al caballo.
La acción de la columna es esencial al aplicar la media parada. Este efecto retiene la acción del caballo, haciéndole meter sus posteriores debajo de su masa sin perder la impulsión. Se trata de una redistribución del equilibrio del caballo. Para ello el jinete utilizará una combinación de ayudas de piernas y asiento, generando impulsión , en combinación con las de la columna y las manos, para limitar el desplazamiento hacia delante.
Debemos recordar siempre que, para conseguir cualquier efecto sobre nuestro caballo, las ayudas a aplicar deberán ser en conjunto y no individualmente.
De gran importancia es el efecto de la mano sobre el movimiento del caballo. La mano es un eslabón en el contacto entre la boca del caballo y los bíceps del jinete. El brazo sostiene la mano evitando que esta pese sobre las riendas y consecuentemente reste impulsión.
Retener la acción hacia delante del caballo se puede hacer “cerrando la mano” mediante la presión de los dedos, manteniendo al mismo tiempo la impulsión por la acción de las piernas. Los dedos actúan con libertad, ya que únicamente el pulgar, doblado en su articulación, es el que sujeta la rienda. Así el jinete podrá utilizar sus dedos para animar al caballo a saborear la embocadura, sin impedir que la estabilidad de su brazo mantenga la tensión en la rienda.
La posición de las manos tiene una gran influencia sobre el efecto de las ayudas de las riendas. En algunas escuelas, como la francesa, se utilizan mucho “los efectos de riendas” , es decir, la influencia de la posición y postura de las manos . En otras escuelas como la austro-húngara, esta técnica se aplica menos.
Disponer de una mano “ligera como una pluma” garantiza obtener los mejores resultados del caballo. Sin embargo, que difícil resulta conseguir este ideal.
El conjunto mano/brazo puede sostener el contacto, retener la acción hacia delante, o ceder la cara del caballo. Todos estos matices deberán aplicarse sin perder el contacto entre la mano del jinete y la boca del caballo. Todo un arte.
Para poder sostener bien el brazo y la mano es imprescindible que los hombros se lleven bien hacia atrás, lo cual también garantiza que la columna vaya recta y llegue bien a la montura resultando en que el asiento logre un mayor efecto sobre el caballo. Llevar un hombro algo más atrasado que otro en cierto momento también influirá sobre la distribución del peso y el efecto de la mano.
La pelvis, basculando, debe acompañar el movimiento del caballo y así determinar la amplitud del tranco. Cuanto más avance la pelvis, más podrá el caballo ampliar su tranco ( siempre y cuando se permite al mismo tiempo con las manos que el caballo pueda avanzar su cara). Debo insistir en que no es la pelvis quien genera impulsión; así que dar unos empujones exagerados con esta parte de nuestro cuerpo no resultara en una mayor acción hacia delante por parte del caballo.
Los músculos de nuestras nalgas tienen un trabajo arduo, lo que no deja de asombrar y divertir a mis alumnos. Según la dirección hacia la cual se enfoca la fuerza muscular, varia el efecto. Así las nalgas pueden ejercer una fuerza lateral para desplazar al caballo hacia el lado contrario o una fuerza que actúa de atrás hacia delante con el fin de impulsar; una acción hacia arriba ayudará en la media parada, etc. Dentro de un conjunto de ayudas cada nalga puede ejercer una acción distinta. Por ejemplo: para ejecutar un apoyo una influenciará el desplazamiento lateral del caballo y la otra ayudará la pierna interior a sostener la masa. Como todas las presiones musculares de nuestro cuerpo, las ayudas de nalgas pueden aplicarse de manera continua o interrumpida, variando nuevamente el resultado.
Los isquiones, o huesos de asiento, reciben nuestro peso. Debemos sentarnos en línea vertical sobre ellos y no en la parte blanda de nuestras posaderas. Distribuimos nuestro peso sobre el caballo según la intensidad que se quiere ejercer sobre cada isquión, efecto que nos ayuda a conseguir las incurvaciones de la columna del caballo y los desplazamientos laterales. Graduamos la cantidad de peso que baja hacia el dorso del caballo, a través de los isquiones, presionando nuestros muslos y/o pantorrillas así como apoyándonos en los estribos con una mayor o menor intensidad. La acción combinada de piernas e isquiones influirá especialmente sobre el remetimiento de las posteriores.
Las pantorrillas pueden tener distintos efectos sobre el caballo: ejercer una presión llevara consigo un aumento de la impulsión; presionarlas lateralmente contra el cuerpo del caballo desplazara a este en la dirección contraria; apoyarlas contra el cuerpo del caballo sostendrá su masa, etc. En un conjunto de ayudas cada pantorrilla puede tener una acción distinta y además cada una puede tener dos funciones simultáneamente ( por ejemplo: desplazar e impulsar o bien sostener e impulsar).
Además repercutirá el lugar donde está colocada la pantorrilla sobre su efecto. Situada ligeramente detrás de la cincha, tendrá una influencia sobre el tren posterior, tanto para desplazarlo como para sostenerlo. Colocada en línea vertical bajo nuestro hombro y cadera tendrá un efecto sobre todo el cuerpo del caballo.
Según el giro que demos a nuestra pierna desde la ingle, encajaremos mejor o peor sobre nuestros muslos. Lo correcto es que la rodilla apunte hacia la montura, sin hacer fuerza. Conviene no forzar nunca la musculatura interior de los muslos ya que las lesiones en esta región se curan con gran dificultad.
De la postura de la pierna depende también la posición del pie, el cual en descanso estará paralelo al cuerpo del caballo. Su colocación contribuirá a conseguir los distintos efectos de las ayudas de la pantorrilla.
Cuanto más apunte el pie hacia el cuerpo del caballo, tanto más ejercerá la pierna como eje alrededor del cual el caballo girará (incurvaciones) o como pared para sostener un desplazamiento lateral.
La pierna debe alargas en su totalidad, empujándose hacia el estribo, asegurando que el músculo de la pantorrilla vaya en tensión. Así se evitara que la pierna se mueva y se contribuirá a que el jinete mantenga mayor equilibrio en la montura.
La posición del talón depende de la modalidad de equitación, variando de una ligera inclinación hacia abajo en doma clásica a un ángulo más agudo para el salto. Sin embargo al presionar el talón hacia abajo la pantorrilla no debe adelantarse ,teniendo como consecuencia una inclinación hacia atrás del cuerpo del jinete. Esta observación resalta que la postura de una parte de nuestro cuerpo condiciona la posición del resto, como si se tratase de una reacción en cadena.
La acción del talón contra el caballo refuerza la influencia de la pantorrilla, tanto para impulsar como para dirigir, pudiéndose también aplicar repetidamente o con una presión contínua (lo último siempre y cuando ésta sea la intención del jinete y no un reflejo subconsciente de un debutante para agarrarse).
Se puede considerar que el jinete reparte la función de su cuerpo en tres partes :
Los brazos a través del “eslabón” formado por sus manos, sostienen el contacto con la boca del caballo.
Las piernas y el asiento mantienen la impulsión e indican la dirección
La pelvis en conjunto con la columna sigue el movimiento, determinando la amplitud del tranco.
Estos tres factores siempre están actuando simultáneamente, tanto para ampliar como para reunir, y hasta dentro de la parada ( en este caso el caballo estará entre las piernas del jinete que impulsan y las manos que impiden el desplazamiento hacia delante – se dice entre piernas y manos); mientras , la pelvis no se mueve con lo cual el caballo no puede avanzar.
La manera de sentarnos en la montura y de seguir los movimientos, se domina“el asiento”. Es un equilibrio que debe conseguir el jinete, normalmente a base de muchos entrenamientos, para que éste se mantenga acoplado al caballo sin esfuerzo muscular obvio. Un jinete que posee un “asiento independiente” es capaz de mantenerse en equilibrio encima de un caballo en movimiento pudiendo conscientemente utilizar determinadas partes de su físico para aplicar ayudas, sin que esto interfiera con la acción del resto del cuerpo.
Consideramos que un jinete tiene un “asiento eléctrico” cuando es capaz de generar y transmitir energía al caballo sin aparentes esfuerzos físicos. No es como lo definió una dama de la alta sociedad británica “una habilidad innata para irse de caña con cualquier caballo”.
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